María Claudia Delfín no podía quedarse de brazos cruzados después de que su hijo desapareciera, dejando a su nieta, una bebé de apenas seis meses, bajo su cuidado. Esta mujer, que alguna vez disfrutó de la estabilidad de su carrera como fisioterapeuta y la calidez de una familia, se enfrentó a un mundo desconocido, con la responsabilidad de una niña en brazos y el deseo inquebrantable de volver a abrazar a su hijo.
Desde el momento en que perdió contacto con él tras su decisión de salir de su país en búsqueda de mejores oportunidades, entendió que su vida jamás volvería a ser la misma: “una madre nunca se queda quieta cuando un hijo necesita ayuda”. Con esa convicción, emprendió un viaje hasta Chile viajando a través de Colombia, Ecuador, y Perú. Caminó miles de kilómetros, durmió en calles frías y desconocidas, enfrentó el hambre y el agotamiento, siempre con la esperanza de encontrar a su hijo. “Pasé el páramo de Berlín con mi nieta, que entonces tenía apenas seis meses. Fue un frío que calaba hasta los huesos, pero cada paso lo di con la esperanza de encontrarlo”.
La búsqueda, que ya lleva ocho años, la condujo a un lugar inesperado, al que hoy llama su “pequeño paraíso”. Hace tres años, María Claudia llegó a Acandí (Chocó), un rincón cálido en el norte de Colombia. Allí, tras un largo y doloroso recorrido, fue recibida con los brazos abiertos.
“Dormíamos en el piso al principio, pero la gente del pueblo me regaló pescado, trabajo, incluso cariño. Aquí no tenía nada, y de alguna manera lo encontré todo”. María Claudia y su nieta
Pero más que un refugio, Acandí se convirtió en un hogar lleno de esperanza. María Claudia, al escuchar las historias de otras madres migrantes, formó una red de apoyo donde comparten recursos y fuerza para seguir adelante. En la región, más del 25% de los migrantes son menores de 18 años, muchos viajando con sus madres, quienes enfrentan enormes desafíos como la falta de acceso a salud, educación y alimentos básicos. “La unidad es nuestra fuerza, Acandí es tierra fértil, pero necesitamos herramientas, semillas, capacitaciones. Queremos embellecer este lugar que nos ha dado tanto y retribuirle con trabajo y amor”, asegura. Sueña con un futuro donde estas mujeres y sus familias no solo sobrevivan, sino florezcan.
Los desafíos, sin embargo, son enormes. La falta de acceso a servicios de salud sigue siendo una de las principales dificultades. Muchas mujeres no tienen permisos de permanencia lo que limita su acceso a atención médica. “La salud es lo más importante para nosotros. Si no tenemos cómo pagar, ¿cómo reciben atención nuestros niños?”, pregunta con preocupación.
María Claudia es una líder comunitaria que ayuda a cientos de migrantes, quienes como ella llegan a Acandí en busca de un refugio.
Es por esto que desde 2023, Acción contra el Hambre, con el apoyo de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SIDA), tiene presencia en la región para apoyar en el alivio de las necesidades de personas migrantes quienes provienen principalmente de Venezuela, Ecuador, Haití, Colombia, Cuba, países de África y del sur de Asia.
2.121 niñas, niños y mujeres en edad reproductiva han recibido atención en salud y la entrega de 1.121 tratamientos con micronutrientes y/o fórmula terapéutica. Hemos asesorado a 184 personas en salud sexual y reproductiva, entregado 444 kits de dignidad según las necesidades específicas de protección de hombres, mujeres, niñas y niños y realizado 138 sensibilizaciones sobre la gestión de la menstruación.
María Claudia no se rinde. Ha encontrado en la generosidad y resiliencia de la comunidad migrante una fuente inagotable de inspiración; con cada acción, demuestra que la esperanza no solo es un anhelo, sino una fuerza transformadora. Su camino, lleno de sacrificios y desafíos, no solo ha sido un acto de búsqueda personal, sino también un viaje hacia el empoderamiento colectivo. “Este lugar me enseñó que la esperanza, al igual que la tierra, da frutos cuando la cultivas con amor”.
Camina firme porque no solo busca a su hijo, sino que construye un hogar donde la vida puede renacer, para ella, para su nieta y para todas las madres que, como ella, llegaron con las manos vacías pero el corazón lleno de sueños.