“Vamos a poder tomar agua limpia y evitar enfermedades”

“Vamos a poder tomar agua limpia y evitar enfermedades”

En el suroeste de la Amazonía colombiana, la comunidad Ventura debería  estar inundada por el río con la llegada de la época de lluvias. “Ahí donde está esa casa azulita, por ahí pasa el agua, hasta donde está esa lomita, todo eso sería agua”, señala Wilson , indígena tikuna. Pero la tierra revela lo contrario y apenas llueve desde hace meses. “Aquí ha cambiado mucho el clima. Llevamos casi ocho meses de verano, la lluvia aparece de vez en cuando. Estamos finalizando abril y no hay ningún cambio. El río ya debería de estar crecido”, añade.

Wilson conoce muy bien el río Putumayo: se encuentra a los pies de su comunidad y en él pesca y se transporta en su peque-peque (bote de madera) con motor a las comunidades más cercanas. “Uno pesca de noche y en la mañana lleva el pescado fresco al pueblo. Aquí la única salida es en Tarapacá», explica. Con lo que vende del pescado, compra productos como azúcar, arroz, aceite, sal, jabón y ropa. Además, fabrica botes y junto a su esposa trabajan en la chagra en la que cultivan plátano, yuca, piña y sandía, entre otras cosas.

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Wilson Lauriano es coordinador general de la guardia indígena del Cabildo Indígena Mayor de Tarapacá (CIMTAR).

La contaminación del río

Muchas de las comunidades que habitan alrededor del río Cotuhé y del río Putumayo se han visto afectadas por la minería ilegal. Wilson admite que es difícil saber si los peces del río están contaminados o no pues estos se mueven por diferentes partes del río.

En un estudio realizado por los Parques Nacionales Naturales de Colombia en el que participaron más de 490 indígenas de las organizaciones CIMTAR, Pani y Aciya-Aciyava, se encontraron altas concentraciones de mercurio en el cabello de los habitantes. Desde la organización CIMTAR, que abarca las cuencas de los ríos Cotuhé y Putumayo, participaron 187 indígenas de nueve comunidades, que arrojaron una media de concentración de mercurio de 11,11 microgramos de mercurio por gramo, superando el umbral de 5 microgramos por gramo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La comunidad Ventura fue una de las comunidades que registró los índices más altos.

El agua lluvia, más segura

Aquí el agua de río la usan para bañarse, lavar la ropa y los platos, trapear la casa, madurar la yuca, y cuando el agua lluvia escasea, para beber. El agua lluvia, por tanto, es un bien preciado en la comunidad, ya que no cuentan con acceso a agua potable. El problema es que el agua lluvia puede contener bacterias, parásitos, virus y sustancias químicas que enferma a quien la consume.

Desde el consorcio Alianza Amazonía*, con el apoyo de la Unión Europea, se construyó y rehabilitó una infraestructura en la escuela de la comunidad para la captación, almacenamiento y potabilización del agua lluvia para que toda la comunidad pudiera abastecerse de agua segura. “Se pensó de hacerla en la escuela para proteger a los niños de las enfermedades como diarrea, vómito y paludismo”, explica Wilson. “Es un beneficio bien grande. Nosotros estamos muy agradecidos, vamos a poder tomar agua limpia y evitar enfermedades”, añade. Para mantener y asegurar el funcionamiento adecuado de las obras hidráulicas, se creó un comité de agua y saneamiento compuesto por diez habitantes de Ventura.

Prevenir para proteger

Wilson también es coordinador general de la guardia indígena del Cabildo Indígena Mayor de Tarapacá (CIMTAR) y tiene la responsabilidad de atender y solucionar los problemas que surgen en las comunidades. Recibe un bono al año, pero no vive de ello. “Como a uno le gusta esa labor, le nace, se busca la posibilidad de cómo uno sostenerse”, explica. La guardia indígena es la encargada de salvaguardar a las comunidades y de proteger los territorios. “No podemos dedicarnos de lleno a las tareas de la guardia indígena, ya que debemos trabajar en otro lugar para tener el dinero para poder sacar adelante a nuestras familias”.

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“ Uno no sabe cuándo puedan pasar los desastres y ahora podemos estar prevenidos”, afirma Wilson.

Por otro lado, Wilson ha acudido a las capacitaciones para formar parte del comité de gestión de riesgos y desastres de la comunidad, conformado también por el consorcio Alianza Amazonía. “Me presenté para colaborar y aprender lo que vienen a enseñarnos y así prepararles nosotros también a otras personas”, señala. “He aprendido muchas cosas. Uno no sabe cuándo puedan pasar los desastres y ahora podemos estar prevenidos. Sabemos cómo atender fracturas, incendios y otras emergencias”, asegura.

En el fortalecimiento de las capacidades comunitarias, se integraron los saberes propios rescatando las prácticas ancestrales y su relación con la naturaleza. Estos comités están diseñados para mejorar la prevención y preparación frente a posibles desastres, facilitar una respuesta rápida y efectiva en caso de emergencia y trabajar en la recuperación en caso de  impactos negativos.

El anhelo de Wilson Lauriano es colectivo. Esa misma motivación es que la que le otorga ese compromiso de querer ver prosperar a su comunidad. “Hay muchas necesidades. Queremos sentirnos respaldados y no estar olvidados”, concluye.

 

* El consorcio Alianza Amazonía es implementado por Acción contra el Hambre, el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y Médicos del Mundo, con el apoyo de la Unión Europea, busca mejorar la salvaguarda y el acceso a los servicios básicos de comunidades afectadas por conflicto armado y crisis humanitarias al sur de Colombia en los departamentos del Putumayo y Amazonas.

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