Los problemas interrelacionados de la pobreza, la desigualdad, los conflictos, el cambio climático, la discriminación de género y la debilidad de los sistemas gubernamentales y sanitarios contribuyen a que millones de familias de todo el mundo no puedan acceder a alimentos nutritivos.

Cuando los niños y niñas no tienen alimentos suficientes, su cerebro y su cuerpo se resienten. Esto les impide crecer y  aprender, es decir, desarrollar todo su potencial. Sin tratamiento, el hambre grave puede acabar con la vida de muchos niños y niñas.

Pero no tiene por qué ser así: el hambre es predecible, prevenible y tratable. Con las herramientas y las políticas adecuadas, podemos salvar la vida de los niños y niñas desnutridas y ayudarles a obtener los alimentos nutritivos que necesitan para prosperar. Podemos crear un mundo sin hambre, para todos, para siempre: primero, debemos atajar sus causas profundas.